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Death Race: La carrera de la muerte

A tan solo cuatro años en el futuro

Un artículo de Diego Salgado || 10 / 10 / 2008

producto vacuo, autista, y por ello reflejo muy exacto de nuestros tiempos

Solía decir Juan Antonio Bardem que la producción cinematográfica siempre trae aparejada un compromiso político. A veces explícito, otras soterrado, en la mayor parte de los casos impremeditado y hasta rehuido como la peste por parte de los artífices de la película en concreto. Y concluía sabiamente el director de Nunca Pasa Nada que en esa renuncia expresa de los cineastas y también los espectadores al cuestionamiento de la creación, sus condicionantes y repercusiones, tan habitual y creciente en ese cine llamado sintomáticamente de consumo; en proclamas excluyentes del tipo “Yo sólo pretendo entretener” o “Yo sólo aspiro a pasar un buen rato”, también se desvela silenciosamente una posición ideológica.

Hay, por otro lado, periodos históricos tan convulsos que propician en mayor medida que otros la infiltración de la política aun en los films de motivación más crematística. Es el caso de los caóticos años sesenta y setenta del pasado siglo, capaces de insuflar hasta en un mercenario como Roger Corman, el hombre que presume de haber producido centenares de films en Hollywood y no haber perdido nunca ni un céntimo, inquietudes sociales muy perceptibles en títulos como The Intruder (1962), The Trip (1967) o La Carrera de la Muerte del año 2000 (1975), cuyo remake se estrena ahora en España.

Aquel relato distópico dirigido por Paul Bartel y protagonizado por David Carradine y Sylvester Stallone sobre una brutal carrera automovilística a través de los Estados Unidos cuyo premio consistía en liderar el país, era ante todo un delirio salvaje y lleno de humor negro con la diversión desprejuiciada como principal objetivo. Pero además había en él, como aspiraba Corman, algo de “sombrío y socialmente pertinente” que analizaba “la violencia cotidiana y casi institucionalizada de nuestro mundo”. Lo revelador es que tal pretensión crítica, que daba lugar durante el metraje a un buen número de fabulaciones premonitorias de la realidad, no ha tenido ni mucho menos en posteriores ficciones la repercusión que sí tuvo su vertiente más superficial, explícita en su eslogan, "En el año 2000, atropellar y huir ya no será un crimen. ¡Es el deporte nacional!", y que inspiraría cintas como la saga Mad Max y videojuegos como Carmageddon y Grand Theft Auto.

Así pues, no es tan absurdo ni traicionero como andan denunciando algunos que la nueva versión de La Carrera de la Muerte del año 2000 haya caído en manos de Paul W.S. Anderson, un personaje tan idiosincrásico de nuestros tiempos como lo fueron de los suyos el avispado Roger Corman y el mordaz Paul Bartel. Anteriores cintas de Anderson como Mortal Kombat (1995), Resident Evil (2002) o Alien vs. Predator (2004), derivados fílmicos todos ellos del ocio digital, son buena muestra de un cierto cine comercial contemporáneo al que cualquier discurso elaborado le sobra y que por tanto sólo cabe leer, como apuntábamos al principio, atendiendo a lo que sus ruidosas, sincopadas y manipuladas imágenes nos puedan decir por omisión.

Porque de atender a lo que transcurre explícitamente en pantalla, a una velocidad y fragmentación tales que cada plano actúa casi como resta narrativa de los anteriores, concluiríamos únicamente que Death Race es una pésima película. Reduce a cero el humor y las sugerencias del original a favor de la mecánica típica de una consola. Resuelve los mínimos conflictos dramáticos que plantea a golpe de coincidencias y elipsis vergonzosas. Sus personajes y diálogos no son sino material de derriblo, excusas para el despliegue de cuerpos musculados, sangre y chatarra. Toda la película no es, en fin, más que un largo anuncio del correspondiente videojuego.

Pero siendo todo esto cierto, no significa que quepa resignarse al "¿Y qué esperabas? Esto es lo que hay". De lo que hay se pueden y deben extraer numerosas lecturas sobre nuestro presente: la decisión de ubicar la acción a tan solo cuatro años de distancia en el futuro, cuando la de Bartel nos otorgaba un plazo de cuarto de siglo antes de llegar a una situación tan apocalíptica; el confinamiento de las carreras en el film de Anderson a los alrededores de una prisión, lo que hace de las competiciones sucesos virtuales para los millones de telespectadores que las presencian; la falta de todo referente sociopolítico... son cualidades de un "hoy" terrible. Death Race es un producto vacuo, autista, inofensivo, solipsista. Y eso lo convierte en un reflejo de nuestros tiempos cuya exactitud ya quisieran haberla conjurado en imágenes los hermanos Dardenne.

FICHA TÉCNICA DE DEATH RACE: LA CARRERA DE LA MUERTE

Título original: Death Race

Fecha de estreno: 03-10-2008

Web oficial: www.deathracemovie.net |

Año: 2008 Duración: 0 min

Director: Paul W.S. Anderson

Guión: Paul W.S. Anderson, J.F. Lawton
Intérpretes: Jason Statham, Joan Allen, Tyrese Gibson, Ian McShane, Natalie Martinez, Jacob Vargas, Robert LaSardo, Justin Mader.

Lo mejor:  

-Jason Statham.
-Su ambiente apocalíptico, especialmente en lo económico, suena de lo más real ahora mismo.

Lo peor:

-Ese cartel final, que parece pagado por la DGT, avisándonos de que lo que hemos visto no debe hacerse en casa. Sin comentarios.

Puntuación:

4

Para interesados en nuestro presente, o en un futuro que es ya casi presente.

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